viernes, 30 de septiembre de 2016

ALEGORÍAS Y PLEGARIAS




Desde afuera se percibe el rumor de los cantos y plegarias en murmuraciones tenues donde sobresale la límpida voz de la que reza y la respuesta de los feligreses todos con rostros mustios y claras señas de desvelo Las velas chorrean por sí solas atascadas de cera diluida esparcida por el suelo en señal de derrota

En un rincón se encuentra María con las greñas recogidas en un peinado alto de su melena desteñida con algunas hebras mal colocadas por su escueto rostro sin pintura de ojeras pronunciadas donde una mueca determina su inconformidad No tiene una sola lágrima al fondo de su pupila sólo el crepitar de la llama tal parece que quiere llorar ceniza

No responde al llamado del duelo Sólo esa rabia que se impone muchas veces a la voluntad de alguien y te carcome no haber concluido sino dejando a medias el capricho y las ganas de arrancar a pedazos el final y recomenzar un nuevo capítulo

La observo mientras me escondo entre las faldas largas de las mujeres mustias y alguno que otro hombre que sin nada que hacer termina siendo el disfraz de la moribunda Es tal la intensidad de mi pregunta que ella vuelve el rostro –austero- y descarga el odio contenido en una cruel distancia que me obliga a bajar en segundos la barbilla y responder autómata la cantidad de plegarias para ayudar a la huida a deshacer el pecado mientras asciende por la casucha el olor a incienso y mirra

Ayer mientras jugábamos a las escondidas la vi correr de un lado a otro mecida por la inocencia y la algarabía Atraída por las flores que en esa primavera sombreaban el pedazo de verde donde acostumbramos a mirar al sol si tal cual fuera un tirano que quema y que domina sin embargo a esa edad –siendo de doce- nos quemaba la piel el otro astro Aquel fulgor que desprendía dentro de nosotros y se hace eclipse para contra-restar las osadías que comete uno al avanzar la vida sobre nuestros cuerpos

Ahora tengo un torrente que llega con la luna –dijo No se detiene aunque yo le introduzca un venado o una semilla ¡No! Creo que el sol se nos deshace dentro Debemos dejar de mirar al mediodía las lenguas que de pronto se estiran y nos llega al rostro ¿Crees que pueda traspasar mi herida? Esta herida no sana Esta herida se abre y el hedor que vierte embrutece al ángel que mamá traspone cuando temo en las noches de tormenta

Después llegó Higinio y a Socorro no le quedó de otra que amamantar los sueños del lascivo Acostumbrarse a las caricias de un hombre de cuarenta con semblante de estúpido pero con unas ganas de correr caballo tras su yegua Tampoco pudo soportar el hecho de jugar con límites con horarios medidos de a treinta Decir “ya no quiero” cuando estamos a punto de descubrir la guarida de la gallina con sus siete polluelos picoteando y queriendo comerse nuestros labios a lo torpe que somos cuando el viento almacena la ceniza y corremos cual tromba sin saber dónde vamos…pero Socorro “ya no quiere” “ya no puede” y se atasca del hombre como un cincho a su cintura Apretada en el centro de su oeste sin tener alternativa más que los ojos inquisidores de su Madre que atora la aguja sin que ella sospeche lo que siente Higinio si Socorro lo mira con sus ojos de tierna ladronzuela y fragancia de orquidía a duermevela

Así fue que ayer cuando apenas los claros trepaban por las sogas Socorro devuelve mi sonrisa y se interna conmigo entre las olas chapoteando en la orilla mientras los peces cuecen con caricias resbalosas nuestras uñas ¡Qué sonrisas tan limpias! ¡Qué estampa tan pura!...mientras el sol desliza su cadencia en las telas de arriba con los senos turgentes de nodriza cuando apenas los años te castigan los pezones para hacerte mujer siendo una niña

¡Socorro! ¡Socorro! ¡Llegó tu hombre! El grito de la madre trunca la alegría y nos vemos tiranas siendo víctimas Socorro me mira y me dice la frase alusiva a sus desarmes “ya no quiero y no puedo” sin saber que esa sería la última alegoría a la vida

Todo fue un movimiento y cigarras que corrían y huían que alumbraban lo oscuro en busca del hombre homicida Se volvió todo el puerto una ofensa de arriba ¡Fue el Higinio! gritaron los valientes ¡No lo creo! decían las mujeres ¡Ay Dios mío! terciaba la celestina ¡A la playa! en coro gritaron los amigos Yo corrí tras el tumulto sin saber qué pasaba Sólo gritos y lágrimas chillidos alboroto y ansia de venganza

El Higinio huía por la playa con sus zancas de ogro amenazando internarse entre las olas con la espuma que deja la marea al tragarse lo oscuro

Algunos hombres soltaron las amarras y volaron alijos pero todo fue inútil Aún no se sabe qué rumbo se llevó al Higinio Desde ayer hasta hoy la marea ha rugido con disimulo no revuelca el cordel no deshace la espuma ni atraganta el sargazo en la orilla ¿Dónde está? No lo sé

Los hombres volvieron con sus barcas y ataron sus alijos en silencio Mojados hasta los pies Tambaleantes y sobrios esperaron a la orilla al último alijo Cuando este llegó un solo hombre en él traía un bulto gigante que depositó en la orilla y frente a todos los presentes gritó: ¡Aquí está el tiburón!

La madre se levanta y arrastra sus pasos hasta el cuerpo flácido de Socorro que aún se encuentra tendida en el suelo esperando el aprecio de la municipalidad para meterla en un cajón de madera y que reciba la sepultura de sus doce años

Mi oído de inocente apurada y precoz alcanza a escuchar el mustio reclamo de la Madre doliente: ¡Valiente estúpida! Que te costó amedentrar al tosco y servir de carnada a sus caprichos Rodeada de estos cirios no logras nada más que tres lágrimas de esta partida de melindrosos que mañana te olvidarán ¡Estúpida! ¡Socorro de los cuatro vientos! Álzate y mira al sol de frente que ahora ya lo tienes cerca

Se sacudió el vestido de por sí gastado y maloliente y se fue al traspatio a rechinar los dientes en un último intento por ganar la partida…._”Dios te salve María…..”

Marina Centeno